martes, 24 de enero de 2012

Una noche imprevista


Puff, que tarde es... esto de quedarnos viendo webs de sexshops después de clase hace que se te pase el tiempo volando. Ya son las 9:20, toda la facultad con las luces apagadas y éste que quiere ir al baño. Si es que es un caso.
  • Venga, pero date prisa, que seguro que en breve nos vienen a echar la bronca por seguir aquí tan tarde.
  • Que si, que no tardo. Pero no te quejarás de haberte aburrido ¿eh?
Pasó su mano por mi espalda produciéndome un largo escalofrío que recorrió toda mi columna. No, desde luego que no me había aburrido. Muchas ideas habían pasado por mi cabeza durante esa hora y pico que habíamos estado navegando por la red en busca de juguetes eróticos. Desde pequeños vibradores hasta extravagantes arneses dobles. ¿Quién dijo que el sexo era aburrido? Pero claro, todo eso había producido... bueno, que estoy más cachonda que una mona para que negarlo.
  • Ola de nuevo amor. ¿Nos vamos?
  • Ok cari.
Bajamos las escaleras y cuando llegamos a la entrada algo no iba bien. Demasiado silencio, y no había nadie. Intentamos salir pero las puertas estaban cerradas.
  • Perfecto, nos hemos quedado encerrados. Si ya sabía yo que la mala suerte no nos había abandonado.
  • Bueno, no te preocupes. ¿Qué hacemos?
  • Supongo que deberíamos llamar para que nos vengan a buscar o algo así.
  • Espera, ¿y si consideramos esto buena en vez de mala suerte?
  • ¿Cómo va a ser esto buena suerte? ¿Tu estás tonto?
  • No me has entendido. Estamos solos, en un edificio enorme donde no nos va a molestar nadie hasta mañana. Podríamos, bueno ya sabes, ser malos.
Esta vez sus dedos pasaron rozando mi entrepierna. Un corto e intenso placer recorrió mi cuerpo. Dios, me conoce demasiado bien. De todas formas su idea no parece tan mala. Al fin y al cabo no sería la primera vez que mancilláramos este lugar. Mira que hemos tenido buenos momentos en los baños, en algún aula. Aun no puedo mirar a los profesores que se sientan en esa silla.
  • Venga, vamos arriba que seguro que nuestro aula no la han cerrado.
  • Eh? Ah, si, vamos.
Si es que no me entero de nada. Venga, centrate, ya te dispersaras en un ratito. Subimos las escaleras hacia el primer piso. Todo estaba oscuro y fuera había empezado a llover bastante y el agua sonaba contra los cristales. Al final del pasillo estaba el aula al que nos encaminábamos y, efectivamente, se encontraba abierta.
  • Espera que voy a encend....
No pude acabar la frase, ya se había lanzado sobre mi. Nos fundimos en un beso largo. Me acariciaba la cara y el pelo. Mientras tanto yo, pillada totalmente por sorpresa, no podía si no dejarme llevar. Me empujó contra la pared en una mezcla entre brusquedad y cariño. Yo me estaba poniendo malísima entre la situación, el beso, la pared, como estaba ya... Y por lo que podía notar él tampoco lo estaba pasando mal, se podía ver el bulto que sobresalía del pantalón, cuanto más yo, que lo tenía pegado a mi cuerpo.
No quería quedarme más tiempo, viendo “la vida pasar” así que le empujé un poco y empecé a quitarle la sudadera. La lancé hacía las mesas y seguí con la camiseta. uhmmm como le queda esta camiseta, le marca todo el torso... Este momento de distracción sirvió para que se tomara su, digamos, venganza y de repente me vi sin mi jersey y a punto de perder también el sujetador. Qué rápido es, pero bueno yo no me quee... ahhh. Un ligero jadeo salió de mi boca, incontenible. Ya se había deshecho del sujetador que descansaba en el suelo y se dedicaba a degustar mis pezones y acariciar mis pechos. Deseaba que siguiera así pero no iba a dejarle sin nada, al menos mientras mi cerebro aún respondiera.
Le levanté la cabeza y terminé de quitarle la camiseta. Acto seguido me lancé a su cuello, eso le gustaba y se echó ligeramente hacia atrás mientras empezaba a sudar aun más de lo que ya lo estaba haciendo. Le besé y él me acarició la espalda, de arriba a abajo. La lujuria nos dominaba.
Me bajó los pantalones tras quitarme las zapatillas y también me despojó de mis bragas. Entonces se agachó y empezó a pasar su lengua por mi clítoris y a jugar con sus dedos por la entrada de la vagina. Era fantástico, no sabía de donde me venían las oleadas de placer, intensas. Descargas eléctricas recorrían mi espalda sin cesar mientras mis fluidos empapaban sus dedos que ya entraban sin ningún problema y cada vez que rozaban mi punto G me estremecía. “¿Por qué no me lo hará más a menudo? Si es que me encanta....”. Sabía intercalar perfectamente los movimientos de la lengua con los dedos y no me dejaba ni un momento de descanso.
  • Ahh... hhhh... ¿y.... si, … nos vamos encima de la mesa?
  • Oh, que pillina, que se quiere echar en la mesa donde los profesores ponen su portátil.
Me sonrojé toda pero si, si que quería, me daba mucho morbo. Mientras él se quitaba los pantalones y demás cosas que impedían que su erecto pene saliera a relucir, yo me dirigí a su chaqueta para buscar el condón que siempre llevaba consigo en la cartera. “Para casos como este” decía. Nunca pensé que lo fuéramos a usar de verdad en un caso así.
Lo abrí y le miré picaronamente. Me lo metí en la boca y me dispuse a ponérselo así. Desde que lo ví en un documental quería intentarlo pero al final siempre había acabado poniéndoselo él o yo pero rápido. Hoy era día de novedades.
Acercó su poya a mi boca y yo me la empecé a comer poco a poco para que quedara bien puesto y cuando ya llegué hasta abajo, con algo de dificultad ya que casi no me entraba entera, le dí un pequeño “regalito” por su buen hacer anterior. Me encantaba tener su pene en la boca, es algo que no entiendo, pero me encanta. Le chupé el glande cual helado, con ella dentro subía y bajaba a menudo y succionaba un poco para incrementarle el placer.
Pero ya no aguantaba más, me levanté y me dirigí a la mesa. Me siguió y cuando me vio preparada, echada y con las piernas bien abiertas, diciéndole “házmelo”.
Se acercó y comenzó a penetrarme, al principio despacio. No quería hacerme daño. Pero cuando vio que ya estaba toda dentro empezó a moverse rítmicamente. Cada vez con más fuerza y más deprisa. Atrapé su culo con mis piernas que no sabía ni que hacer con ellas, sin ponerlas en esa posición me molestaban para disfrutar enteramente del placer que me estaba produciendo esa nueva postura.
  • aaahh..... mmmm, aahhhaaahhh.... sigue...
  • Si, hhhh....ahhh.. sigo...
Yo le ayudaba con mis piernas así que cada embestida era más fuerte. Sentía que llegaba muy profundo y cada vez me gustaba más. Elevó un poco el ritmo y empecé a sentir que se acercaba un orgasmo muy grande. Y... de repente... paró.
  • Pero, pero ¡sigue!
  • Esta no te la esperabas ¿eh?
  • Serás......ahh...ahmmm.
No me dejó terminar la frase, tenía esa “mala” costumbre. Siguió con tanta fuerza como antes de la pausa y el orgasmo no tardó en volver a aproximarse.
  • Más deprisa, sigue.... sigue... ahhh.. ahhh.
Y me hizo caso. Cada vez se movía más rápido dentro de mi. Ya no tenía ni fuerzas para seguir empujándole con el lazo de mis piernas. Y él cada vez jadeaba más.
  • AAAAAAAHHHHHHHHH AHHH AAAAAAHHHHAHHHHHAHHHHMMMMM AAAAAHHAAAAAHHHHAHHHHH AAAAAHHHHHHAHHHH SIIIIII AHHHH
Un larguísismo orgasmo, intensísimo, dejé mi cuerpo unos instantes para sentirme más arriba, en el climax, fue delicioso. Cuando se estaba acabando noté un líquido caliente dentro de mi, supuse que se estaba corriendo pero no me estaba dando cuenta de sus jadeos, ni nada parecido, yo estaba en mi mundo, disfrutando de mi placer.
Cuando acabamos, volvimos a vestirnos pero no podíamos decir palabra alguna. Había sido fantástico para ambos, aunque a la vez nos sentíamos, al menos yo, un poco avergonzada por la situación, volvería a hacerlo una y mil veces. Nunca había experimentado algo tan intenso. Estaba tremendamente agotada. Decidimos quedarnos a dormir en ese mismo aula y pusimos el despertador a una hora temprana para que no nos pillaran allí cuando abrieran al día siguiente, sino que nos esconderíamos y ya nos las ingeniaríamos para que no se notara nuestra aventura nocturna. Nos acurrucamos en el suelo cerca de un radiador sobre su abrigo y tapados con mi chaqueta, abrazados, disfrutando de nuestro amor.
Fuera seguía lloviendo y el sonido tranquilo de la lluvia cayendo, acompañado de su acompasada respiración fue suficiente para que conciliara el sueño. 


Twisen
 

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